lunes, 6 de julio de 2009

Nuestros poetas: Héctor Vigna - Descalza

Erótico, del roce sutil y habitual entre el alba y la noche, nació un día sin rubores. Gris, la mañana me llamó. Salí. Recuerdo sus ojos; es como si todo “lo otro” hubiera estado, en ella; innecesariamente; de casualidad. Me cruzó, nos cruzamos, en la esquina del “Café de los Angelitos”... “Rivadavia y Rincón, vieja esquina...” y desapareciendo, se alejó velozmente; sólo pude ver sus zoquetes blancos, tan limpios, que parecían no haber rozado ni una baldosa, de las agresivas veredas porteñas. Días después volvimos a encontrarnos; esta vez por Plaza Miserere. Como necesitando alimentar algún recuerdo, busqué sus ojos y antes de perderla de vista (siempre visión fugaz), observé que la virginidad de sus medias seguía intacta, pese a que tampoco calzaba ningún tipo de zapatos. Intentando recargar el recuerdo de sus ojos, comencé a merodear la Avenida Rivadavia, desde Once hasta Congreso. Yo, que siempre hice un culto de mi libertad, la extrañaba; la vida, el tiempo, se gastaban en espera permanente; en el cíclico paso de un día hacia el otro, como un giro interminable y ante su ausencia, viajaba hacia el próximo día, nuevamente, esperando. La búsqueda se hizo compulsiva; consumí una semana de mis próximas vacaciones y ya, desesperado, descubrí sus piés veloces e irreales, desandando la avenida. Esquivando peatones, vendedores ambulantes, mendigos y esperanzas, corrí. Tenía que adelantarme para poder alimentar mi adicción; degustar su mirada; retener sus ojos. Entonces corrí. Atropellé ilusiones; destrocé rosarios y poemas y ciego, no ví al señor, que, con su bastón blanco, hilaba pasados en el reflejo de vidrieras mentirosas. El señor, aún enredado entre mis piernas buscó su celular, marcó y dijo: -Macedonio, soy Borges, ¿podés venir a buscarnos?, tropecé con un recuerdo y ninguno de los dos sabe como regresar...
Héctor Vigna

Nuestros poetas: Susana Doñetz - Grises.